No hace mucho que una
antigua amiga y yo nos fuimos a cenar a un barecito familiar que me quería
enseñar. Tras charlar de lo divino y lo humano nos pasamos por Ruta13 a
tomarnos una rápida caña dando la casualidad de encontrarnos con un amigo
común.
Mis oídos no tardaron en oir aquello de … ¿y no la has
invitado?
Todavía recuerdo la primera vez que una mujer me miró con
cara de “págame la fanta” (literal, le pagué una fanta naranja) y como a esos
15 años me planteé por primera vez este tema. Yo siempre he tenido un
razonamiento aplastantemente racional y no entendí este tipo de convenciones
sociales porque ya entonces lo veía desfasado.
El ser humano tiende a seguir costumbres incluso cuando ya han perdido su sentido. La mujer ha
entrado en el mundo laboral, las normas
para cortejar una posible pareja han cambiado pero algunos hombres siguen
sintiendo la obligación de aportar el dinero cual macho que vuelve a la cueva
con la piel del oso cazado.
Vale, tener dinero en esta sociedad da estatus. La hembra que ve al aspirante pagar siempre con billetes
de 50€ tenderá a pensar que va a estar bien protegida o incluso que va a poder
evitar trabajar fuera de casa. Ahora
bien, ¿puede saber una mujer que este hombre que le paga las cosas no la
abandonará de igual manera?, ¿acaso me interesa a mí una mujer que tenga este
tipo de mentalidad?, ¿no preferiré una mujer fuerte e independiente que sepa
que las cosas le irán bien porque se sabe sacar las castañas del fuego ella
solita?
Los seres humanos
apreciamos lo que nos cuesta conseguir. Si nada más conocer a una mujer le
“pagas” su compañía con una copa, una cena en un restaurante caro o con
cualquier otra cosa es muy posible que complazcas los instintos más básicos de
su cerebro reptiliano. Pero le privarás del placer de la conquista. Le estarás
gritando tu interés. Y de esta forma, ¿dónde está el reto para ella? Serás lo
que los hombres llamamos “la chica fácil” pero al revés: “el chico fácil”. Y las mujeres que merecen la pena tienen
cansinos de estos a montones.
Por otra parte, si ella ve normal estas “subvenciones” y no como algo
extraordinario, ¿por qué hacerlo? No vas a destacar en nada respecto a la
competencia (que también lo hace) y ella se olvidará enseguida. Y si no lo ve
normal, ¿por qué hacerlo? Ella ya piensa
y vive en el siglo XXI.
Por supuesto hay situaciones en las que sí viene a cuento
invitar a alguien, por cortesía, pero no debe ser por costumbre. Quizás la
chica se haga la loca a la hora de pagar y no vas a echárselo en cara
arruinando el resto de la noche. Quizás te apetezca por que sí… pero cuidado,
hay que conseguir que ella se esfuerce de alguna manera, y no estoy hablando de
sexo al final de la velada.
Así que mi conclusión es que una mujer que decide pasar su
tiempo conmigo no necesita que “la compre” con un extra, está conmigo porque disfruta de mi compañía y de nuestra charla
sobre lo divino… y sobre lo humano.
Enhorabuena con el articulo, estoy totalmente deacuerdo, basta ya de pagar fantas, muchos chicos no saben que eso en realidad de poco sirve y que se ve como algo normal, no como algo extraordinario y partiendo de este punto ya todo se puede deducir.
ResponderEliminar