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A veces los hombres no sabemos cómo comportarnos |
Anoche sí viví una experiencia curiosa con mis nuevos
compañeros de trabajo. Nos fuimos de bares por la tarde y posteriormente a
cenar en un restaurante chic. Entre ellos hay un tipo bastante peculiar de treintaypocos
años, un personaje que choca al principio por sus arranques explosivos, sus
comentarios abiertamente sexuales a todas horas y por ataques dialécticos que
te ponen contra las cuerdas, todo ello aliñado con un acentillo francés. Acaba
resultando un tipo franco y entrañable pero hay que conocerle.
El caso es que mientras estábamos saliendo de marcha me
llamó una polaca que había conocido la semana anterior en clases de salsa. Le
había escrito por whatsapp y no me había contestado (a pesar de que había sido
ella la que me había pedido el teléfono) y por lo tanto ya no pensaba que fuera
a pasar nada con ella.
Cuando dije que iba a recogerla en un sitio cercano mi
compañero me dijo que me acompañaba, aprovechado para cotillear qué tenía con
ella y demás. Llegamos en seguida y al acercarnos y él asegurarse que la que
figura tipo 90-60-90 de pelo oscuro y largo de tez blanca era mi amiga se le
escapó un “wau” y tardó un poco en reaccionar.
La noche continuó, mi compañero se puso las pilas con el
inglés (único idioma que tenemos en común con ella) y nos sentamos en el restaurante de
tal manera que ella estaba en frente de mí, mi compañero a mi lado y su pareja
(11 años juntos y un hijo de 2) enfrente suya, al lado de mi amiga. Mi compañero estaba fuera de sí, haciendo un caso descarado
a mi amiga y su mujer hacía esfuerzos por tragar con ello de la forma más digna
posible. Mi amigo no podía quitarle el ojo a mi amiga y yo no podía quitarle el
ojo a su mujer, atraído por las continuas reacciones verbales y gestuales de la
pobre chica, que tragaba cosas que pocas harían.
Poco a poco empecé a remarcar las características positivas
de su mujer. Era agradable sin más y no destacaba físicamente por nada especial,
quedando empequeñecida ante la exuberancia y brillo de mi amiga, pero se le
veía una chispa especial dentro, aparte de una paciencia infinita para soportar
al tira-trastos de mi compañero. Empecé a preguntarle por la trenza que se
había hecho en el flequillo, que empezaba en la frente y quedaba sujeta en la
oreja derecha, dándole un aire muy original. Al poco rato, mi amigo que se
había ido a combatir al frente polaco se vió atacado en la retaguardia y
replegó velas, acusándome directamente de tirarle a su pareja con el tono serio
que usa cuando está de coña. Le contesté con una sonrisa que no le estaba
haciendo caso a su pareja y él cometió el tremendo desliz de empezar a
compararla con mi amiga polaca, remarcando todas las cosas en las que su pareja
perdía. Reconozco que no me esperaba semejante torpeza. Creo que llegué a decir
en voz alta “¿Pero qué haces?”
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Al hombre se le enamora con la vista,
a la mujer con el oído
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Su chica volvió, él la bombardeó con piropos y halagos y aunque
en teoría ella no “se los creyó” porque estaba bien magullada, sí sirvieron
para que se relajara y la noche continuara como si nada. Mis amigos me miraban desde la otra punta de la mesa con
gestos de “buen tanto” y pulgares hacia arriba referidos a mi acompañante y entonces yo empecé a aplicar mi propia teoría de los piropos. Le dije que me encantaba su vestido y su color
y nos reimos porque los dos íbamos iguales, de riguroso negro.
Seguimos un rato de fiesta con mis compañeros y luego seguí
el procedimiento estándar del VAROSE, la aislé, la fui cogiendo tímidamente de la mano, bailamos un rato para aumentar
el contacto físico, me ofrecí a acompañarla a su casa y me invitó a subir
directamente al llegar a su portal. Una vez en ella dije todo lo que me gustaba
de su casa: que los muebles eran modernos, que la disposición del estudio era muy curiosa, con unas escaleras que llevaban a su dormitorio. Que el balcón era muy tradicional de los pisos antiguos de mi ciudad. Me agaché a acariciar a su gato y cuando estábamos enrollándonos en su sofá le dije entre susurros que
me parecía un mujer muy atractiva y posteriormente que me encantaban sus
piernas kilométricas.
Todo sincero, de buen gusto y real. Todas mis palabras le agradaron. No es tan difícil.
Y tú, ¿qué le dices a tus pareja para enamorarla... o mantenerla enamorada?
Y tú, ¿qué le dices a tus pareja para enamorarla... o mantenerla enamorada?
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